Recuerdo que una vez, subiendo a la sierra después de un examen en la Facultad (creo recordar que era de Filosofía del Derecho, así que debía estar en 5º de carrera, a puntito de terminar) me pilló un control policial, una de esas "operaciones jaula" con motivo de un atentado en Madrid. Estuve parada en el atasco más de una hora y media super agobiada porque no podía avisar a nadie del motivo de mi tardanza. Lo que más recuerdo de ese momento es lo que hubiera dado por tener un teléfono en el coche desde el que poder llamar a casa y decir a mis padres que no me había estrellado con el coche, que estaba en medio de un atasco interminable. Claro, que estamos hablando del año 1989 (podéis echar cálculos acerca de mi edad) y por aquel entonces sólo había esos teléfonos de coche tamaño ladrillo que de portátiles tenían poco tirando a nada...y costaban un Congo!
Ha llovido mucho desde el año 89 y ahora no entendemos la vida sin teléfonos móviles. Del tamaño ladrillo han pasado a ser tan pequeños que resultaban incómodos y de nuevo más grandes para poder acoger super pantallas y teclados para estar permanentemente conectados a ese Gran Hermano que es Internet. Los precios, por los suelos, casi te los regalan por comprar una docena de huevos en cualquier supermercado y su evolución, vertiginosa, casi no has terminado de leerte las instrucciones (que tiene su mérito, son como una versión resumida del Quijote en algunos casos) cuando tu nuevo móvil está ya anticuado. Una locura.
¿Y qué me decís de los videojuegos y las consolas? Yo de pequeña (y no lo era tanto) tuve una de esas Nintendos Game Watch en blanco y negro con dos botones y una pantallita en la que un muñequito en un bote salvavidas intentaba recoger paracaidistas que se tiraban de un helicóptero. Después mi hermano tuvo su primer ordenador, un ZX 81, al que siguió un Spectrum que, para cargar los juegos había que utilizar una cinta de cassette de las de toda la vida y saber MS-DOS, nada de colorines y Windows ni ratón como ahora. La prehistoria de la tecnología actual. Podría seguir con los vinilos y las radios de coche y así hasta el infinito, pero en lugar de una entrada escribiría un libro.
Pero claro, a nosotras el móvil nos ha pillado mayores. Sólo lo entendemos como una herramienta útil para enviar y recibir llamadas en caso de urgencia o necesidad. ¿Las consolas? En el mejor de los casos usamos la Nintendo con el Brain Training para deprimirnos al descubrir que tenemos una edad cerebral de octogenarias o la Wii para tratar de ponernos en forma con el Wii Fit sin salir de casa (y acabamos con unas agujetas de órdago dejándolo en una semana). ¿Qué ocurre con nuestras hijas? Han crecido con los móviles, los videojuegos, el Messenger y Facebook. Lo tienen delante de las narices constantemente, les bombardean en televisión en las series que ven, en los anuncios y en toda la programación, y sus amigas tienen móvil o internet, o incluso internet en el móvil. Claro, para ellas lo normal es tener acceso a todo ese mundo...pero ¿hasta qué punto les beneficia o, simplemente, lo necesitan?
Como ya os dije en otra ocasión, tengo unas cuantas niñas con un abanico de edades de lo más amplio en la familia. En general, la mayoría no ha mostrado el más mínimo interés por tener teléfono móvil ni por las redes sociales (afortunadamente). Pero sí conozco casos de niñas ( y niños, por supuesto) de 12 e incluso menos años que tienen teléfono móvil propio, algunos incluso con tarifa plana de internet, y cuentas en Tuenti o Facebook (aunque supuestamente no tienen edad para poder abrir ninguna de ellas). La parte positiva de ésto: yo no se la veo, sinceramente. La negativa: muchas, muchísimas cosas. Hoy vamos con el teléfono móvil, y en sucesivas entradas seguiremos con el resto, que el tema da mucho de si.
El teléfono móvil sirve para lo que sirve. Para poder localizar o estar localizados en un momento dado. Este año mi hija mayor se va una semana de campamento con el cole. Pues supongo que le dejaré un teléfono móvil, por supuesto, de tarjeta, sin internet ni tonterías de ningún tipo, vamos, básico total, para poder hablar con ella o que nos llame si lo necesita. Cuando llegue a casa se recoge el chisme y punto pelota. Además, en el campamento los móviles los guardan los profesores, que se los dan un ratito a última hora de la tarde si tienen que llamar o esperan llamada de los padres. Eso me parece medianamente razonable.
A mi sobrina mayor, de ahora 13 años, le regalé el año pasado por su cumple un móvil...que llevaba al menos dos años pidiendo. ¿Distinto rasero que cuando se trata de mis hijos? En absoluto. La niña esquía y compite, con lo que cada dos por tres está de viaje fines de semana e incluso semanas enteras, en España, pero también en el extranjero. En estos casos, el móvil cumple su función : tenerla localizada o que ella pueda llamar a sus padres si lo necesita. Pero en cuanto les dejas libre acceso te encuentras con el "full equipe" de la telefonía móvil: las fotos, los vídeos, las descargas de archivos, los mensajitos...con los resultados que, desgraciadamente, todos conocemos: se graban peleas, se hacen fotos que no se deben, la factura del móvil no tiene límite si empiezan con las descargas y, en cuanto a los sms, cuánto daño están haciendo a la ya de por si maltrecha ortografía y capacidad de expresión de nuestros hijos!
En la clase de mi hija el teléfono móvil fue uno de los regalos de Comunión estrella el año pasado. A mi, no sé vosotras qué opinaréis, me parece una barbaridad. Porque es que además no les sirve cualquier teléfono, qué va! Si no tiene cámara, mp3, conexión a internet para descargas y las mil y una chorradas más, no les gusta. Amén del diseño del aparatito. Yo tengo el mismo móvil desde hace más de cuatro años, y tan contenta. Lo cambiaré cuando se me rompa o tenga puntos para que me den otro gratis. A ellos en 6 meses ya les parece viejo...porque ya lo hemos dicho, siempre saldrá otro más guay! Diseños de Hello Kitty, de Rip Curl, Quicksilver o El Niño, de Jordi Labanda, móviles que incorporan el disco más reciente de algunos de sus grupos favoritos, carátulas intercambiables de diseño, fundas de silicona de mil colores...todo es poco para llamar su atención y asaltar nuestros bolsillos. Y claro, si no sigues la moda, no estás en el mundo. Mi hija es una especie de bicho raro, porque no tiene móvil ni el más mínimo interés en tenerlo. Una compañera de clase le preguntó asombrada hace poco porqué no tenía móvil para hablar con los amigos. Ella le contestó (y yo muerta de risa detrás) que con sus amigos ya hablaba en clase, y que si necesitaba comentar cualquier cosa con alguno, podía hacerlo desde casa, así que no veía para qué tenía que pedir un móvil. La otra la miró como si hubiera visto un marciano, se dió media vuelta y se fue. Gracias a Dios, a mi hija ese tipo de actitudes ya le resbalan (aunque confieso que le ha costado mucho). Y qué pasa cuando el móvil conoce a Internet? Lo veremos en la próxima entrega, aunque ya os adelanto que nada bueno, a mi humilde entender.
Ha llovido mucho desde el año 89 y ahora no entendemos la vida sin teléfonos móviles. Del tamaño ladrillo han pasado a ser tan pequeños que resultaban incómodos y de nuevo más grandes para poder acoger super pantallas y teclados para estar permanentemente conectados a ese Gran Hermano que es Internet. Los precios, por los suelos, casi te los regalan por comprar una docena de huevos en cualquier supermercado y su evolución, vertiginosa, casi no has terminado de leerte las instrucciones (que tiene su mérito, son como una versión resumida del Quijote en algunos casos) cuando tu nuevo móvil está ya anticuado. Una locura.
¿Y qué me decís de los videojuegos y las consolas? Yo de pequeña (y no lo era tanto) tuve una de esas Nintendos Game Watch en blanco y negro con dos botones y una pantallita en la que un muñequito en un bote salvavidas intentaba recoger paracaidistas que se tiraban de un helicóptero. Después mi hermano tuvo su primer ordenador, un ZX 81, al que siguió un Spectrum que, para cargar los juegos había que utilizar una cinta de cassette de las de toda la vida y saber MS-DOS, nada de colorines y Windows ni ratón como ahora. La prehistoria de la tecnología actual. Podría seguir con los vinilos y las radios de coche y así hasta el infinito, pero en lugar de una entrada escribiría un libro.
Pero claro, a nosotras el móvil nos ha pillado mayores. Sólo lo entendemos como una herramienta útil para enviar y recibir llamadas en caso de urgencia o necesidad. ¿Las consolas? En el mejor de los casos usamos la Nintendo con el Brain Training para deprimirnos al descubrir que tenemos una edad cerebral de octogenarias o la Wii para tratar de ponernos en forma con el Wii Fit sin salir de casa (y acabamos con unas agujetas de órdago dejándolo en una semana). ¿Qué ocurre con nuestras hijas? Han crecido con los móviles, los videojuegos, el Messenger y Facebook. Lo tienen delante de las narices constantemente, les bombardean en televisión en las series que ven, en los anuncios y en toda la programación, y sus amigas tienen móvil o internet, o incluso internet en el móvil. Claro, para ellas lo normal es tener acceso a todo ese mundo...pero ¿hasta qué punto les beneficia o, simplemente, lo necesitan?
Como ya os dije en otra ocasión, tengo unas cuantas niñas con un abanico de edades de lo más amplio en la familia. En general, la mayoría no ha mostrado el más mínimo interés por tener teléfono móvil ni por las redes sociales (afortunadamente). Pero sí conozco casos de niñas ( y niños, por supuesto) de 12 e incluso menos años que tienen teléfono móvil propio, algunos incluso con tarifa plana de internet, y cuentas en Tuenti o Facebook (aunque supuestamente no tienen edad para poder abrir ninguna de ellas). La parte positiva de ésto: yo no se la veo, sinceramente. La negativa: muchas, muchísimas cosas. Hoy vamos con el teléfono móvil, y en sucesivas entradas seguiremos con el resto, que el tema da mucho de si.
El teléfono móvil sirve para lo que sirve. Para poder localizar o estar localizados en un momento dado. Este año mi hija mayor se va una semana de campamento con el cole. Pues supongo que le dejaré un teléfono móvil, por supuesto, de tarjeta, sin internet ni tonterías de ningún tipo, vamos, básico total, para poder hablar con ella o que nos llame si lo necesita. Cuando llegue a casa se recoge el chisme y punto pelota. Además, en el campamento los móviles los guardan los profesores, que se los dan un ratito a última hora de la tarde si tienen que llamar o esperan llamada de los padres. Eso me parece medianamente razonable.
A mi sobrina mayor, de ahora 13 años, le regalé el año pasado por su cumple un móvil...que llevaba al menos dos años pidiendo. ¿Distinto rasero que cuando se trata de mis hijos? En absoluto. La niña esquía y compite, con lo que cada dos por tres está de viaje fines de semana e incluso semanas enteras, en España, pero también en el extranjero. En estos casos, el móvil cumple su función : tenerla localizada o que ella pueda llamar a sus padres si lo necesita. Pero en cuanto les dejas libre acceso te encuentras con el "full equipe" de la telefonía móvil: las fotos, los vídeos, las descargas de archivos, los mensajitos...con los resultados que, desgraciadamente, todos conocemos: se graban peleas, se hacen fotos que no se deben, la factura del móvil no tiene límite si empiezan con las descargas y, en cuanto a los sms, cuánto daño están haciendo a la ya de por si maltrecha ortografía y capacidad de expresión de nuestros hijos!
En la clase de mi hija el teléfono móvil fue uno de los regalos de Comunión estrella el año pasado. A mi, no sé vosotras qué opinaréis, me parece una barbaridad. Porque es que además no les sirve cualquier teléfono, qué va! Si no tiene cámara, mp3, conexión a internet para descargas y las mil y una chorradas más, no les gusta. Amén del diseño del aparatito. Yo tengo el mismo móvil desde hace más de cuatro años, y tan contenta. Lo cambiaré cuando se me rompa o tenga puntos para que me den otro gratis. A ellos en 6 meses ya les parece viejo...porque ya lo hemos dicho, siempre saldrá otro más guay! Diseños de Hello Kitty, de Rip Curl, Quicksilver o El Niño, de Jordi Labanda, móviles que incorporan el disco más reciente de algunos de sus grupos favoritos, carátulas intercambiables de diseño, fundas de silicona de mil colores...todo es poco para llamar su atención y asaltar nuestros bolsillos. Y claro, si no sigues la moda, no estás en el mundo. Mi hija es una especie de bicho raro, porque no tiene móvil ni el más mínimo interés en tenerlo. Una compañera de clase le preguntó asombrada hace poco porqué no tenía móvil para hablar con los amigos. Ella le contestó (y yo muerta de risa detrás) que con sus amigos ya hablaba en clase, y que si necesitaba comentar cualquier cosa con alguno, podía hacerlo desde casa, así que no veía para qué tenía que pedir un móvil. La otra la miró como si hubiera visto un marciano, se dió media vuelta y se fue. Gracias a Dios, a mi hija ese tipo de actitudes ya le resbalan (aunque confieso que le ha costado mucho). Y qué pasa cuando el móvil conoce a Internet? Lo veremos en la próxima entrega, aunque ya os adelanto que nada bueno, a mi humilde entender.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo Fátima. Yo le compré a mi hija uno de esos superbaratos para los campamentos, y después me ha pedido como un millón de veces (es que no sé si lo sabes, pero las madres NO exageramos) que se lo deje tener siempre. Y la respuesta es siempre la misma, por lo que tú dices: simplemente no lo necesita. Otro tema a tratar otro día son las consolas y demás versus deporte... Ah!, y espero que no hayas dejado de escribir porque no hayas visto comentarios!. Algunos de los blogs que sigo, me los he leído de principio a fin, y al principio no tenían comentarios tampoco, incluso algunos de los que hoy son TOP 10. Enhorabuena por lo que haces y nos ayudas.
Sara
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